sábado, 5 de febrero de 2011

Soñando con desamparados

Eran las cuatro de la mañana, no dejaba de dar vueltas en la cama, oyendo rumiante el sonido del despertador. Parecía estar sumamente hipnotizado con el tictac incesante y todo sus sentidos se habían ubicado en ese aparato. Apurado, intentó manejar su mente más allá del sonido y distrajo todo su ser ahora en la oscuridad. Afinando los ojos, distinguía  siluetas en la noche que bailaban por todo su cuarto, !Oh Dios, será fruto de mi mente!- pensó.
Sabía que no podía pasar la eternidad esquivando lo que sus ojos veían, lo que sus oídos oían y lo que cada uno de sus sentidos le mostraba. Es más, sabía que el esquivarse centrado en un liviano sonido que distrajera su mente,solo le mantendría tendido sin voz.
Cerró los ojos nuevamente y allí estaban. Estaban todas esas siluetas ahora con formas y rostros, todos ellos.
El chico se tapó con la manta hasta la punta de la cabeza, agitado, su corazón parecía explotar, tenía que enfrentarse a sus miedos o bien seguiría sufriendo en silencio toda su vida...

 Rinnnnng, rinnnngg! sonó el despertador.
-Uff! ¿Qué hora es? Tengo que ir a clase, que poco he dormido...
Se pone lo primero que coge y baja las escaleras, entra en el comedor, allí toda su familia reunida para desayunar.
- !Miguel, date prisa apenas tienes tiempo y se te enfrían las tostadas! -su madre.
 -!Sí, mamá! El chico mientras coje las tostas, comienza a untar la mantequilla en ellas, coge ahora la taza, vierte la leche, y llena la taza. Mientras desayuna, medio dormido se queda fijo mirando la taza y ven en ella el rostro de una mujer, acto seguido grita y derrama todo sobre la mesa.

! Estás tonto! ¿ Qué te ha pasado? -su padre.

-!Nada, lo siento, pensé que había caído algo en la taza.!
!Ha vuelto a ocurrir!,- pensó el chico.
Salió disparado a coger el autobús, pues llegaba justo de tiempo a clase.
 Pasan las horas y hay cambio de clase. Entra en la siguiente, con pocos ánimos, pues era historia su asignatura más aburrida.
La mosca que voloteaba, la cantidad de chicles pegados bajo la mesa, los garabatos escritos en la pared, todos, aunque ya muy vistos, parecían ser mas divertidos que lo que aquella señora pretendía decir.
La maestra al ver que el chico está mas atento a la morfología de las pinturas creadas por los pequeños artistas sin nombre, decide escribir una frase en la pizarra para que el chico respondiese a qué autores pertenecía.
!Miguel!
-Dando un sobresalto, el chico pone su mirada y ve que todos le miran, unos riéndose y otros asombrados, se la iba a cargar con la maestra.
-¿ Sí?
- ¿Me puedes decir quién pronunció esta frase tan célebres?
"El motor de la historia es la lucha de clases".- Esa frase le sonaba, sabía que la había visto en algún momento de su vida en aquel peculiar libro de historia, sabía que recordaba haber oído esa misma frase salir de la boca de su profesora; pero lamentablemente, la clase y los colores de los diferentes chicles que habitaban bajo su mesa, parecían haberse llevado toda su atención y memoria en esos momentos importantes.
Volvió a mirar por segunda vez la pizarra para intentar recordar y concentrado en aquellas palabras vio algo distinto. Las letras de la frase comenzaban a moverse  y a cambiar el orden, todas giraban como si tuvieran vida propia y ahora se leía algo, aunque de manera dificultosa, sí, podía ahora leer que algo había escrito, en vez de la frase y ese algo decía: "A-Y-Ú-D-A-M-E" 
 Muerto de miedo, una vez más el chico intentó mantener la calma, pero todos a su alrededor notaron la palidez que mostraba ahora su cara.
-!Es de Karl Marx! ! Deberías estar más atento, se ha repetido varias veces en clase esta semana.
Pasaron los últimos momentos y la clase finalizó, todos se levantaron, era la hora de salida.
Bajando las escaleras principales, se da cuenta que se ha dejado unos apuntes bajo su mesa y decide volver a su clase a buscarlos, el autobús se marcha.
Entra en el aula, y ve que no hay nadie, se agacha a recoger los apuntes y al subir de nuevo la cabeza ve una figura en frente de él. Se trataba de nuevo de aquella mujer, aquella que había visto varias veces, en distintos lugares, pero ahora no había vuelta atrás, no era un reflejo, no era un sueño, no era su imaginación, era de verdad y estaba de pie, frente a él, mirándole fijamente con los ojos abiertos como platos, todo era cierto y no había vuelta atrás.
Tras unos segundos de reacción, le dirige su palabra a la figura.
-¿Hola, quién eres?
- La mujer sin decir nada, con la misma mirada fija se acerca a él, y le toca, pone su mano encima de su hombro y el chico sin saber cómo, empieza a ver una serie de sucesos que no imaginó nunca.
Ahora la mujer era él, y estaba llena de sangre, ve como grita, ve como huye por las escaleras, nota el miedo, la angustia, ve a su marido, ve como éste bebido se le acerca y le vuelve a golpear, sigue acosándola. Se había fusionado con aquella figura y ahora el chico era capaz de sentir lo que ella, ella parecía mostrarle su historia, así como los libros la mostraban al leerlos la suya, aquel fortuito encuentro y roce había servido de conexión para leer su historia. La secuencia de imágenes continua: el marido la estrangula y la coge con sus fuertes brazos y le sumerge la cabeza en la bañera, ella sólo siente que aquellos brazos superan su fuerza y no puede apartarlos, muere minutos más tarde.
Todo acaba y el chico vuelve a ver el aula, las mesas, las sillas y a aquella mujer, pero ahora ésta, ya no tenía esa mirada fija, como si no descansara nunca. Ahora sonreía y podía hablar, ya nadie la había estrangulado y poseía una voz preciosa.
-!Gracias, me has ayudado a comprender todo!. ¿Por qué hizo eso?
- Derrama unas lágrimas de tristeza al ver lo que su marido había hecho con ella, al no haber controlado los efectos de la bebida; pero, al mismo tiempo, muestra felicidad en su cara, pues ahora comprendía todo y podía descansar y continuar.
Se despide a lo lejos dejando tras de sí una enorme sonrisa y reflejando en su cara ahora la paz.

El chico atónito, se vuelve y regresa a casa. Ya tendría tiempo de asimilar todo aquello, pero ahora la confusión le pedía volver a estar bajo su manta.






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