domingo, 5 de diciembre de 2010

Epifanía

Lo pasado pasado fue, y fue y es y será. Su reencuentro con dios y con vosotros, se produce constantemente por la necesidad, para conducir.
La verdad, es verdad y sólo es una.
El estamento y el entrenuevo fue uno. Se avisó a María.
Ella aceptó, su dorado corazón era el elegido, solo su alma y su conciencia serían las elegidas para recibir al entrenuevo.
Esta época fue de tan amor por la venida del niño del amor al mundo que todos a su alrededor se beneficiaron de su amor y luz y por ello la paz se difundió. Es lo que ahora conocéis como Navidad, aún el recuerdo de ese amor es lo que os une en estas fechas, esa necesidad de acercamiento con las personas que amáis, no lo olvidéis pero acordaos de lo importante, lo verdadero.

Tras María fueron muchas las elegidas para atravesar las barreras y hacer la unión de dios con el mundo, para hacer visible lo invisible y hacer lazo de lo desatado. Pues es el sufrimiento de amor el que debe pagar una mujer con amor por el fallo de Eva, el dolor del parto.
Ellas fueron Eugenia, Salvadora, Méfises, Dulce, Abilia, Men Shu Yao, Erinia, Ametis entre otras..
Desde ese entonces se elige a una en un punto distinto para equilibrar la balanza.

El nacimiento fue de intervención divina pero necesitado de intervención humana también, María virgen enamorada de su cercano, José consumaron el acto.
Fue el amor de María incondicional hacía José,lo que envió señales a los ángeles, pues aunque él era  mayor que ella, no conoció otro hombre jamás de los jamases, pues él era el uno que ansiaba su alma.
En el cielo se sabía, que  él, estaría reflejado en los ojos del nato y por tanto sería el niño más amado que se había conocido en la Tierra.

Juntos, José y María tuvieron que huir al saber de la esperada del niño, para protegerle de lo que se avecinaba, el odio y la oscuridad les rodeaban.
Atravesaron desierto y hallaron lugar, palacio sin oro, metal pero con amor y sabiduría.
 Se trataba de una malla, un espacio dedicado a la manufactura y carpinteria.

El espacio estaba dedicado al trabajo y olia a madera pero José al explicar la situación de su mujer a los hombres, ellos entendieron y aceptaron su llegada, era la señal que (María había visto en sueños)
Con la condición de que José trabajara para ellos, pues no tenía bienes. Desempeño su labor, con algo de carpinteria aprendida y en sus ratos libres aprovechaba para hacer la cuna a su futuro hijo.

Pronto se acercó el gran día y María dió a luz con la ayuda de Rosada, hermana mayor de un trabajador de la posada. José asustado se desmayó, pero pronto los ángeles le despertaron del sueño y allí se encontraba su mujer más hermosa que nunca con el niño en brazos, parte de él, parte de ella, y parte de Él, la santísima trinidad.
Todos los compañeros de José que allí atendieron el suceso llevaron regalos para el niño, unos llevaron objetos, otros bien no sabía que llevar y llevaron especias para aliviar el dolor a la madre, otros llevaron ropa hecha por sus mujeres para el niño, estos fueron doce más uno.

 Al recibir al niño, la cantidad de seres de luz que allí se encontraban para ser testigos de la epifanía pusieron de nervios a los animales de las cercanías, los caballos se soltaron, los cerdos gritaban, las aves exclamaban lo que el cielo venía anunciando con las trompas hacía decenios. Eso aún se recuerda por humanos que transmitieron unos a otros el hecho de los animales.

 Pronto las gentes miraron al cielo y lo que creyeron una lluvia de estrellas fugaces, erán Árcangeles y Ángeles danzando al ritmo del honor y la gloria pues el hijo de Él llevaría su palabra y su amor a todos y entonces,  sabrían despertar y comenzarían a pasar las pruebas que Él impuso.







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