sábado, 9 de abril de 2011

Difícil decisión

Johanna era una niña de once años, le gustaba leer, ir al parque y dar paseos por las tardes en la playa. Era la una y media y las clases ya habían acabado, se disponía a volver a casa cuando de pronto, se tropieza con algo que le hizo caer.
La niña, sorprendida, vio que aquello que le había hecho caer era un objeto, algo parecido a un talismán. Entonces, comienza a tocarlo y lo agita. Al mover el objeto, una serie de luces empiezan a destellar, su brillo era tan inmenso que podía verse a lo lejos. Acto seguido, desaparece.
!Ay!, ¿Qué hora es?- la chica pensó que estaba en su casa; pero cuando volvió a cerrar y a abrir los ojos por segunda vez, vio que se encontraba en medio de unas rocas, todo estaba oscuro y aquello que creía que era sólo la cálida noche que la mantenía caliente y segura en su cuarto, ahora era otro tipo de oscuridad, una oscuridad fría, húmeda y silenciosa.
 El silencio que envolvía el ambiente, no era un silencio en paz, era un silencio como anteriormente pactado, pactado por unas vidas que sabían de su única misión, vivir y morir con él.
 La niña comenzó su andar, y vio que ya no llevaba sus bonitos zapatos negros, típicos de la vestimenta de su colegio, vio que ahora estaba descalza, vio que el tacto de su pie con el suelo, era áspero, áspero como la nueva vida que ahora poseía.


Siguió avanzando por el oscuro pasillo que le conducía hacía una cavidad mayor, hacía más frío a medida que descendía, llegó pues, a un llano en dónde se encontraban otros niños como ella. Caminó lentamente hacia ellos y comprobó que estaban sucios, mal alimentados, y muchos no habían alcanzado siquiera su edad. Sus rostros reflejaban tristeza, pero a la vez esperanza. Sus ojos clamaban como luces en medio de la oscuridad por un futuro distinto, por un futuro donde pudiesen jugar y reír, y sobre todo acabar con aquel silencio ensordecedor.


De pronto, la niña oyó algo que parecía sonar como una avalancha, muchas  rocas comenzaron a caer del techo, todos gritaban, ella se echó manos a la cabeza y se agachó.
Al abrir los ojos, comprobó que realmente se encontraba en su cama y se sintió segura otra vez, vio que tenía una vida por delante que disfrutar, unas risas que compartir con los demás y entonces agradeció, agradeció mil y una vez todo lo que ella poseía en su vida y corrió a abrazar a sus padres.
Mientras les abraza, sus padres le preguntan, el por qué de ese amor, a esas horas de la mañana y ella responde:
- Porque me he dado cuenta de todo lo que tengo. Al mismo tiempo, ella pensaba en su interior. ¿Habrá sido un sueño?

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